miércoles, 2 de septiembre de 2009

SOLIDARIDAD

Hace poco tiempo atrás tuve la oportunidad de enfrentarme a mis propias concepciones o lo que me había construido como mi idea de la “realidad”. Creía saber casi con certeza cual era la trama de las cosas, como funcionaba todo esto de la sociedad y como se suponía debíamos interactuar con los demás o como se relacionaban las personas. Estaba convencido casi, casi en su totalidad, de que ya la individualidad que yo tanto rechazaba, se había tomado el ser de todo aquel que decidía ser parte de ella y vivir en esta sociedad. La verdad es que de tan convencido que estaba, que comencé a perder la suspicacia, o por así decirlo, me case con mis propios teoremas, me volví ciego, cegado por la sombra de una nube negra sobre mi cabeza que rumiaba una y otra vez lo mal que estaba el mundo, lo malo de cada detalle, era casi experto en encontrar peros o buscarle pelos a las cosas.

Subiendo a mi auto, cerca de las 22:35 horas, decidí tomar un camino distinto del habitual para llegar a casa unos minutos antes. Escuchaba música y miraba la ruta y luego, de manera precipitada me encontré siendo el coprotagonista de un infame crujido de metales y a merced de la inercia, que en una fracción de segundo trasformo los planes. Si bien mi rol en esta escena se limito a ser un “policontuso por colisión de baja energía” de acuerdo a carabineros y al personal medico que me atendió, también fui, junto al ebrio conductor del otro auto, el centro de atención. Las personas que vieron con susto todo lo que sucedió, rápidamente asumieron el cuidado de mi persona y establecieron el perímetro a cuidar, me hablaron, “tranquilo no más”, “¿Quieres que llame a alguien?, dales mi número y que te llamen”, “yo vivo aquí cerca y vi todo, tranquilo”. Creo que permanecí cerca de una hora hasta que llego la ambulancia, me sacaron inmovilizado sólo por precaución y entre tanta tembladera divise las caras de las personas que cuidaron de mi anónimamente en su mayoría, pero que toman el rostro de Felipe D. que estuvo hasta el final y se despidió de mi mientras subía con mi hermano a la ambulancia y mi suegro llevaba a mi suegra, mi madre y mi cuñada hasta el hospital.

Después de todo esto, la nube negra se fue, no pienso de manera tan negativa, no digo que todo sea un mundo nuevo, hay cosas que aun no me gustan y sigo criticando, pero mi cabeza esta más serena y eso me permite pensar mejor y entender que la solidaridad es un aspecto inherente del ser humano frente al dolor y la injusticia ajena, que en ocasiones pensamos no existe, a causa o a pesar de todo lo que hay para ser hedonistas e individualistas.